lo largo de nuestra historia francis-
cana han ido surgiendo tensiones, inter-
pretaciones encontradas y modos dife-
rentes de vida, motivados, tal vez, por el
miedo a la instalación y a perder o desvir-
tuar la inspiración genuina de Francisco.
Como Francisco, hoy, también no-
sotros debemos partir de una gran moti-
vación evangélica, abiertos a una conver-
sión profunda en fidelidad al mensaje de
Dios, según el carisma de Francisco, y en
fidelidad a nuestro momento histórico. Es
por lo que necesitamos una revisión
constante de nuestra vida que nos impida
caer en estancamientos, posiciones dog-
máticas excluyentes y extra-históricas.
Como signo de los tiempos y len-
guaje de Dios para nuestra historia, llega
hoy a nosotros el clamor de los desposeí-
dos, agobiados por unas relaciones injus-
tas que alimentan diferencias escandalo-
sas y la anulación de los derechos más
elementales de las personas. Como sig-
no de los tiempos, aparece igualmente
entre nosotros, una sociedad adormecida
por lo material, por el poseer y el consu-
mir y por la lucha despiadada en orden a
escalar los lugares más altos de la socie-
dad, sin tener en cuenta el precio que
haya que pagar.
19