San Pedro Nolasco

El comerciante que supo poner su saber al servicio de la libertad y del Evangelio

Pedro Nolasco era de oficio y vocación comerciante. Ciudadano y mercader de Barcelona, se dedica desde joven al negocio, entrando así en contacto con el mundo cristiano y musulmán de occidente del Mediterráneo. En 1203, sin cumplir todavía 25 años, descubre la opresión de los cautivos en tierra musulmana.

Quiebran entonces sus visiones de burgués. Ha visto que el dinero puede convertirse en perversión: por dinero se venden y compran los cautivos en mercado;  sabe que hay heridos al margen del camino del comercio de la historia (cf. Lc 10,30). Desde ese momento, no podrá seguir comprando telas, negociando con piedras preciosas; ha encontrado una perla superior (Mt.13,44-46).

Este fue el comienzo de un camino intenso. Nolasco va agrupando compañeros, nuevos comerciantes. Juntos organizan una especie de "anti-negocio", una institución que se dedica a romper la cadena de la compraventa de los hombres. Por  un lado siguen siendo comerciantes: invierten loq ue tienen, buscan nuevos fondos, piden, organizan un negocio bien estructurado. Por otra parte son sencillamente unos creyentes: tan pronto como reciben un hombre entre sus manos lo dejan en libertad, lo llevan a su propia casa y dicen: ¡Vive! ¡Sé tu mismo! ¡No te dejes cautivar nunca por nadie!

Nolasco y sus amigos son creyentes: creen en el Dios del hombre y quieren lograr que su dinero, todo el dinero de la tierra se convierta en medio de liberación y amor fraterno. No abandonan la riqueza como hará Francisco de asís, la emplean como forma de liberación, para que un día los hombres de la tierra puedan ser hermanos, no se compren ni se vendan por la fuerza o el dinero.

Evidentemente, Nolasco y sus amigos han hallado en su camino a Jesús, el gran hermano. Por eso han puesto su genio a la luz del evangelio, terminando por crear una institución religiosa al servicio del la liberación de los cautivos (en Barcelona, 1218). A partir de ese momento y hasta 1245 la firma y nombre de Nolasco aparece en cantidad de documentos notariales: recibe limosna, acepta legados; como buen comerciante organiza las tareas redentoras; siempre se presenta como cuestor, procurador, ecónomo, ministro o responsable de la merced (o liberación) de los cautivos.

Es curioso: le recordamos como santo y él se sigue presentando como aquello que ha sido, un comerciante. No ha dejado un formulario de oración, ni un libro de experiencias interiores; fue catalán prudente, buen organizador y poco amigo de contar intimidades.

Nolasco fue devoto de Jesús, fue devoto de la humanidad crucificada del señor que se traduce en la actitud de entrega por los otros. La cruz es la impotencia del todopoderoso, la plena encarnación del Dios que asume el sufrimiento de los seres humanos y que sigue sufriendo en los cautivos. Pero, al mismo tiempo, esa Cruz es la potencia salvadora del Mesías, la actitud de ofrenda de la vida que enriquece a los pequeños y libera a los esclavizados.

Pedro Nolasco descubrió que en la cruz de Jesús siguen sufriendo los cautivos de la historia; están allí clavados, son presencia, a la vez viva y sangrante, de Jesús sobre la tierra, Por eso, la oración contemplativa del encuentro con el cristo lleva directamente al mundo, lleva al dolor y cautiverio donde siguen colgados de la cruz los oprimidos y esclavos de la tierra. De esa forma, la plegaria se traduce por sí misma en actitud de entrega por los otros; la cruz de la impotencia donde sufren los cautivos se transforma así para Nolasco en cruz activa, exigencia de un trabajo redentor en favor de los que se hallan oprimidos.

Nolasco no ha sentido jamás dicotomía entre plegaria y compromiso. Empezó por realizar un gesto activo, redimiendo a los más necesitados. Luego tradujo en oración la hondura de su gesto: Cristo mismo le llamaba en los cautivos. Finalmente, la vivencia de oración volvía a transformarse en actitud activa: tenía que encontrar nuevas maneras de ayudar a los caídos. Nolasco lo hizo bien: organizó un intenso movimiento de liberación, un tipo de "multinacional" redentora, con centros de mentalización, casas de acogida, colaboradores voluntarios, técnicos a sueldo, campañas de redención periódicas, ...  Todo aquello fue una especie de oración hecha comercio al servicio de la libertad.

Una tradición auténtica nos dice que Nolasco se encontraba un día en gran zozobra. Pasaban los años y la empresa parecía fracasada. Habían redimido varios ciento de cautivos pero el mundo seguía indiferente. ¿Qué eran ellos? Un sencillo grupo de amigos mercaderes, convertidos en mendigos, siempre con escasos medios, sobre un mundo violento que creaba nuevos cautiverios. ¿Tenía sentido su misión? Quizá fuera mejor dejar las cosas como estaban. ¡Que el mundo resolviera sus problemas! ellos se podrían dedicar a la oración tranquila, en paz interna. Dios en su misterio y su misericordia salvaría a los cautivos, el día que quisiera; toda acción humana resultaba inútil, quizá contradictoria.

La tradición ha recordado que Nolasco sintió entonces la presencia de María. Los cautivos eran suyos, hermanos de Jesús, sus hijos: "les protejo y quiero que tú les acompañes, les visites, les libres; nunca hallarás a Cristo si es que dejas que los hombres sigan oprimidos sobre el mundo". Nolasco iba sabiendo algo que el hombre sólo pude conocer oscuramente: los grados de la unión con Dios se miden en grados de apertura y amor caritativo hacia los otros; Dios mismo le llevará de nuevo hacia los demás.  (Texto de: Xabier Pikaza.)

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